La cerveza es una bebida clásicamente utilizada en los países occidentales para calmar la sed. De hecho, es habitual su consumo particularmente en verano y tras hacer ejercicio. Dado que la cerveza contiene una cierta cantidad de alcohol, su utilidad como bebida rehidratante podría ser cuestionable. Para aclarar esta cuestión, el grupo de investigación que dirijo en el Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, en colaboración con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ha realizado un estudio científico en el que se han evaluado las consecuencias que tiene beber cerveza (660 ml) tras realizar un ejercicio intenso y prolongado en condiciones de elevada temperatura ambiental. Tras analizar numerosos parámetros endocrino-metabólicos y psico-fisiológicos (coordinación, atención, tiempos de percepción-reacción...) no hemos encontrado ningún efecto negativo. Al contrario, el consumo moderado de cerveza permite de manera efectiva recuperar las pérdidas hídricas en la misma medida que lo hace la ingesta de agua. Además, la cerveza aporta una cierta cantidad de carbohidratos (maltodextrinas), vitaminas, antioxidantes y sales minerales que resultan de gran interés para el metabolismo.
Estas sustancias no están presentes en el agua ni en otras bebidas. En consecuencia, el consumo moderado de cerveza, en el marco de una dieta equilibrada, no está en absoluto reñido con la práctica deportiva como hábito saludable. En este sentido, hay que subrayar el término «moderado» porque aquí, como en cualquier otro aspecto de la vida, la moderación es fundamental. Sin moderación nada resulta saludable, ni siquiera la práctica de ejercicio.
En resumen, cerveza y deporte no son antagónicos sino que, con moderación y sentido común, son complementarios, placenteros y saludables. Argumentos que todos los profesionales médicos participantes en el acto dejamos claro en la celebración de la mesa redonda a la que hacemos referencia.
Manuel J. Castillo Garzón, doctor en Medicina"